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OPINIÓN

En el derecho, el sacrificio es la excelencia

17 de abril de 2025

Michael Andretti Coy Pérez

Ari Consulting Group – Abogado
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Carpe Diem “Vivid el presente”, cuánto daño a hecho esta frase. Oda al Placer, y desprecio al sacrificio. Adulación de lo estético por sobre lo bello, que es invisible a los ojos y aún al tiempo.

Invento moderno que justifica el entregarse a las pasiones sin pensar en el futuro, que es incierto, por encontrarlo cargado de una responsabilidad que ya nadie quiere soportar.

El éxito de hoy es el dinero fácil y el amor efímero, si a ello se le puede llamar amor. Y aquella línea entre lo bueno y lo malo, cada vez más sombría, hace, más temprano que tarde, del placer el vicio más admirable de todos.

El desprecio por el futuro, lo imperecedero y lo inmutable es causa de pobreza y enfermedad; de los individuos por cuanto rehúyen al trabajo, gastan con avidez, y privan de cuidado al cuerpo; y de la familia por cuanto consideran al hijo una mala inversión, al viejo un gasto, y a la pareja un medio dispensable.

Pero ¡Qué más da el futuro! Si a todos la muerte espera. Que importa como llegue, ¡al final nada queda!

La muerte de Cristo, quien valeroso entregó su vida por el deber, enseña que amar no es sacrificar, sino sacrificarse, aun cuando es preciso morir por ello. Y que una vida con propósito, aunque corta, transcenderá incluso al tiempo.

No soy Dios, y aun ante el mundo soy insignificante. Que siga su curso entonces, si no puedo cambiarle, por lo menos me cambiaré a mí. Dijese Nietzsche, “Médico, ayúdate a ti mismo: así ayudas también a tu enfermo. Sea tu mejor ayuda que él vea con sus ojos a quien se sana a sí mismo.” A todos os convido, Sea nuestro sacrificio la excelencia y nuestra recompensa el deber cumplido.

Con reiterada frecuencia he oído que hay muchos abogados, médicos, e ingenieros. -De cartón-, diría mi Padre. Si la excelencia fuese el yugo, pocos habrían, y no tengo la osadía, aún, de ponerme entre ellos.

La excelencia, hábito de los exitosos, y más, de los justos, exige la mayor de las diligencias, la precisión del cirujano, la inadmisibilidad del error y la más limpia conciencia, pues el Derecho se aprende estudiando, pero se ejerce pensando. Es rehusarse minuto a minuto a la mediocridad, hasta que el esfuerzo deje de remar y la libertad del espíritu tome mando.

En esencia ejecutar los encargos como propios, porque lo que a nuestro juicio puede resultar insignificante para el otro puede serlo todo, un sueño, y no se juega con los sueños de los demás.

Solo pido a Dios que nos procure sufrir así, sin reconocimiento, pues el deber no se regocija en la vanidad, y que él nos llene de la sabiduría y templanza necesarias para ejercer con Justicia la más honorable de las profesiones.

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